13 Jul Identidad trigonométrica
Existe un misterio: Cuando uno es viejo, no se convierte en otro, sino que es más de lo que uno ya ha sido.
Cortina, vaso, aceite, cara, mesa, pincel, mano, tres tristes tigres, un pedestal, tres alhajas, mil quinientos ochenta y cinco bichitos de luz encendiendo el faro.
Violetas, violetas, violetas, pulverizadas.
Alguien diciendo “Cuando me preguntan en qué me inspiré, yo respondo que muchas veces partía de la necesidad de hablar de otras cosas, aunque finalmente terminé hablando de lo mismo que el noventa por ciento de la gente”.
¿Que escribís cuando no te quedan más restos diurnos? ¿Una lista de regalos de cumpleaños? ¿Describir una cena en la que se discute? ¿Drama o comedia? Los lugares donde se debería estar y no se está. El nosotros que no existe. El vosotros que es mas divertido. La lista de cumpleaños. La ficción dentro de la
ficción. Storni y una noche en París.
Un tema de Aristimuño taladrándome la cabeza. Artaud
Para ver si se calla y se pone a cantar otra cosa.
Pero en vez de eso se vuelve denso, densísimo. Insoportable.
Entonces empiezo a escribir estados, solido, liquido, amargo.
¡Rayos!
Otra cosa, Ficción. Algo que no existe. Algo que no exista.
Algo que no existe. Pero no tengo más musas bailando
alrededor de la lámpara verde de vidrio. Vos, a 280 mts., a 3
minutos de distancia y yo sin poder dirigirte la palabra
pero con las ganas intactas de verte sin todo el protocolo.
Los vicios intermitentes, interminables.
Artaud me recuerda a Arlt. Ridículo, como siempre.
Entonces cuando sea vieja: espejo, elefante, fucsia, aceituna,
disfraz,
menta, manta, millones de electrodos conectados a un universo
paralelo.
Olvídenlo.
No tengo ganas de escribir. Vuelvan a preguntar dentro de 40 años cuando sea imposible entender alguna de todas las imágenes acústicas que pronuncié.
Triplemente tergiversadas.
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