El último libro que me regaló mi papá

Los que no vivieron un duelo creen que estas deprimido e intentan animarte. Pero no es así, al menos no en tu caso, el duelo y la depresión solo tienen en común que lloras y dormís mucho.
Es más como una voz en tu cabeza, un sopetón de nostalgia que cada tanto te recuerda “ya no tenes papá”.
No hay mucho en tu casa o tu rutina que haya cambiado. Solo detalles. Como el libro que te regalo para tu cumple y llegó para navidad 16 días después porque por error seleccionó “retiro en tienda”. Es un libro que no necesitabas, que podrías no tener, porque es uno que seguramente ya leíste, escuchaste por Spotify o de la boca del autor en vivo. No es que te morías por tenerlo, simplemente estaba ahí, la colección al 50% de descuento y le dijiste “alguno de estos tres podes comprarme”. Y él eligió ese.
Era para completar la colección y ahora es el último libro que te regaló tu papá.
Su último regalo.
El nuevo paraíso de los tontos de Hernan Casciari.
¿Deberías darle más importancia? ¿Deberías guardarlo en un folio para preservarlo bien? Y así contarle en 10-15 años a Leia y tus otros hijos (si es que podes concebir más) la historia del último libro que te regalo su abuelo, del cual Leia no tendrá recuerdos y los otros nunca conocerán.
Es solo un libro. Y a la vez no.
¿Lo lees? ¿Lo guardas? ¿Le das épica al leerlo? ¿Esperas a su cumpleaños? ¿al aniversario de su muerte? O simplemente lo agarras un día que tengas ganas de leer al gordo Casciari y te reis un rato. Y por ahí lloras acordándote de tu papá aunque el libro no tenga nada que ver con eso.
Quizás es parte de la aceptación. Se murió y este es su último regalo en vida. El libro es la representación de que nunca más te va regalar algo.
Debe ser eso, porque las otras supuestas etapas del duelo no fueron tal cual para vos.
La negación fue más descreimiento, no creerle a la voz del otro lado del teléfono que tu papá se murió. En las películas los policías tocan la puerta en tu casa o trabajo. Acá fue una voz, de un número que vos llamaste.
La ira no fue tal cual, más bien fue ironía. ¿Cómo vas a sobrevivir a una explosión de una casa y morir nadando en un río?
La negociación si fue tal cual… entendiste que murió cuando Dios quiso y no suicidado por inanición de gas unos años antes. Saber que vivió 3 años y chirola mas donde tuvo otra oportunidad. Conocer a su nieta. Criar a su hijo menor. Murió cuando estaba escrito… y esta bien.
La depresión la canjeaste por Stress. De agarrarte covid 4 días después del funeral, de vacaciones pospuestas (viajabas el día posterior a su muerte), de trámites, de mudanza, de gente poca empática pidiéndote cosas que no llegas, y en el medio cumple 2 años tu hija y no podes no festejarle porque ella no tiene la culpa ni entiende. En el medio tenes que cubrir vacaciones en el laburo y no podes no hacerlo, porque no hay nadie más y porque te cae muy bien tu jefa para ponerte a discutir.
Sí, debe ser la aceptación. Ahora que te tomaste unos días, ahora que estás solo con Dios, tus pensamientos, tu anotador y lapicera… lo entendes.
Ahora que ves ese libro de tapa naranja y tipografía demasiado grande para tu gusto.
Ahí aceptas. Es el último regalo.
Y el 10 de diciembre es el último día que lo viste.
Y no pasaste la navidad con él porque justo dió covid.
Y el 2 de enero es el último día que hablaron. Que interactuó su voz con la tuya.
Y el 5 de enero falleció.
Ya no habrá charlas ni quejas, comidas chatarra en su casa ni partidos de la selección en su televisor. Ya no te va llamar justo cuando estás ocupado (era su especialidad). Ya está. Se acabó.
Una parte de la vida es esta, la muerte. Y es la parte más certera de todas.
Se fue. Era tu papá y ya no. ¿O sigue siendo tu papá a pesar de que esta muerto?
Lo amaste. En pasado. ¿Se puede decir “lo amo” si ya no esta vivo?
No sabes.
Tenés quemaduras en tus manos que te recordarán que lo amaste tanto como para meterte en una casa para sacarlo de una explosión.
Tenés una novela gráfica premiada que saldrá este año que cuenta esa historia, la historia de ambos.
Tenés una foto movida de la última vez que lo viste, riéndose con tu hermana y tu hija.
Tenés el consuelo de Dios.
Tenés su tele, su ropa y su reloj.
Y tenés ese libro naranja, que te recuerda que te amó.

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Cristian Blasco
info@viajerodelalba.com

Escritor y guionista. Ama los policiales, las hamburguesas y decir frases de los Simpson.

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